La Escuela por Donald Barthelme
Bueno, pues, teníamos a todos estos niños allá afuera, plantando árboles, así, porque, bueno, pensamos que..., pues, que sería parte de su educación. Ya sabes, ver cómo, eso de los sistemas de raíces....y el sentido de la responsabilidad, cuidar las cosas, ser individualmente responsables. Tú sabes bien a qué me refiero. Y todos los árboles se murieron. Eran naranjos. No sé por qué murieron, sólo se murieron. Puede ser que algo estuviera mal con la tierra o que el abono ese que nos trajeron de los viveros no fuera el mejor. Nos quejamos de eso. Así que tenemos treinta chamacos, cada niño y niña tenía su arbolito que iba a plantar, y luego tenemos treinta árboles muertos. Todos los niños mirando esos palitos cafés. Una cosa deprimente.
No hubiera sido tan malo pero la cosa es que apenas dos semanas antes de eso, todas las serpientes se murieron. Pero creo que las serpientes. . . bueno, la razón por la que las serpientes estiraron la pata fue, porque. . .tú lo recuerdas, el calentador estuvo apagado por cuatro días debido a la huelga, eso es algo explicable. Digo, es algo que se le puede explicar a los niños debido a la huelga. O sea, que ninguno de los papás habría dejado que sus hijos cruzaran la barrera de los huelguistas, y sabían que había una huelga y lo que eso implicaba. Así que cuando las cosas regresaron a la normalidad y encontramos a las serpientes, pues los niños no se consternaron demasiado.
En el caso de los jardines, probablemente se debió a que los regaron de más. Por lo menos ahora saben que no deben regar las plantas de más. Los niños eran bastante cuidadosos con los jardines, y es probable que alguno. . .ya sabes, que le haya echado un poquito más de agua cuando nadie estaba viendo. O puede ser que. . .bueno, no me gusta pensar que alguien haya saboteado, aunque si se nos ocurrió. Digo, fue algo que nos cruzó por la cabeza. Es probable que pensáramos eso porque antes los gerbos murieron, y los ratoncitos blancos murieron, y la salamandra...bueno, al menos ahora saben que no las deben cargar en bolsitas de plástico.
Por supuesto, esperábamos que los peces tropicales se murieran; eso no fue ninguna sorpresa. Esos números, te equivocas en uno y al ratito los pececitos andan flotando boca arriba en la superficie. Pero el programa escolar pedía un número de peces tropicales en ese momento, y no había nada que hacer. Es lo mismo cada año: lo único que haces es apurarte a que sea lo más rápido posible.
Se suponía que no debíamos tener un cachorrito.
Se suponía que no debíamos tener uno, sólo fue un cachorrito que la niña Murdoch se encontró un día debajo de un camión de repartición de Gristede y le dio miedo que el camión lo aplastara cuando el chofer terminara de entregar su pedido, así que lo metió en su mochila y se lo trajo a la escuela. Y así fue como nos hicimos de un perrito. Tan pronto vi al cachorro, pensé, Jesús santo, apuesto a que no va a vivir más de dos semanas, y luego. . . eso fue lo que hizo. Ni siquiera se suponía que estuviera en el salón de clases, hay una especie de reglamento al respecto, pero no les puedes decir que no tengan un perrito cuando ya está ahí, frente a ellos, corriendo por todo el piso, con su ladre que ladre que ladre.
Le pusieron Edgar. O como quien dice, lo bautizaron con mi nombre. Se divertían mucho, correteándolo y gritándole, “Ven acá Edgar”, “Sí, muy bien, Edgar”. Y se botaban de la risa. Les gustaba la ambigüedad, y la verdad es que a mí también. No me importa que la gente se mofe de mí. Hasta le hicieron una casita en el clóset de servicio y todo. No sé de qué murió. Moquillo, probablemente. Lo más seguro es que no estuviera vacunado contra nada. Lo saqué antes de que los niños llegaran a la escuela. Parte de mi rutina de cada mañana incluía revisar el clóset de servicio, porque sabía lo que iba a pasar. Se lo di al conserje.
Y luego está el caso de este huérfano coreano que la clase adoptó a distancia mediante el programa de Ayuda a un Niño. Todos los niños traerían 25 centavos cada mes, ésa era la idea. Fue una cosa desafortunada, el niño se llamaba Kim y quizá lo adoptamos muy tarde o algo. La causa de su muerte no se estipulaba en la carta que recibimos; nos sugirieron que adoptáramos otro niño y nos mandaron unos historiales interesantes, pero la verdad es que nos habría roto el corazón hacerlo. Al grupo le pegó bastante duro. Comenzaron (creo, porque la verdad es que nadie me dijo nada directamente) a sentir que quizá pasaba algo malo con la escuela. Pero no creo que pase nada malo con la escuela en particular; he visto cosas peores y he visto cosas mejores. Fue sólo una racha de mala suerte. Tuvimos un extraordinario número de padres de familia que murieron, por ejemplo. Hubo dos paros cardiacos, y dos suicidios, un ahogado, y cuatro que se mataron juntos en un accidente automovilístico. Ah, y un derrame. Y tuvimos la misma alta tasa de mortalidad entre los abuelos, o quizá fue más alta este año, al menos esa impresión me dio. Y finalmente la tragedia.
La tragedia ocurrió cuando Matthew Wein y Tony Mavrogordo estaban jugando allá donde están haciéndose las excavaciones para el nuevo edificio federal de oficinas. Había una gran pila de vigas de madera acomodadas, ya sabes, a la orilla de la excavación. Hay una demanda a raíz de todo esto, los padres alegan que las vigas estaban mal acomodadas. Yo no sé qué sea cierto y qué no. Ha sido un año raro.
Ah, olvidé mencionar al padre de Billy Brandt, quien fue muerto a puñaladas cuando forcejeó con un intruso enmascarado en su casa.
Un día, tuvimos una discusión en clase. Me preguntaron, ¿A dónde se fueron? Los árboles, la salamandra, los peces tropicales, Edgar, los papás, las mamás, Matthew y Tony, ¿a dónde se fueron? Y les dije, no lo sé, no lo sé. Y me dijeron, ¿y quién lo sabe? Y les dije, nadie sabe. Y me dijeron, ¿es acaso la muerte lo que le da sentido a la vida? Y les dije, no, la vida es lo que le da sentido a la vida. Y me dijeron, pero no es la muerte, considerada un datum tan fundamental, el medio mediante el cual la mundanidad inmanente de la vida cotidiana puede trascenderse en dirección hacia . . .
Y les dije, sí, puede ser.
Y respondieron, pues no nos gusta.
Y les dije, pues es normal.
Y me dijeron, ¡pues qué pinche mala onda!
Y dije, pues sí, ni hablar.
Me dijeron, ¿harías el amor con Helen (la profesora asistente) para que veamos cómo se hace? Sabemos que te gusta Helen.
Y sí, me gusta Helen, pero les dije que no lo haría.
Hemos escuchado tanto de ello, pero nunca lo hemos visto.
Les dije que me correrían y que nunca, o casi nunca, se hacía como demostración. Helen miraba por la ventana.
Dijeron, por favor, por favor, haz el amor con Helen. Necesitamos una reafirmación de valor. Tenemos miedo.
Les dije que no debían tener miedo (aunque yo muchas veces tengo miedo), y que había valor en todas partes. Helen se acercó y me abrazó. La besé unas cuantas veces en la frente. Nos abrazamos con fuerza. Los niños estaban excitados. Luego, sonó la puerta. La abrí, y el gerbo nuevo entró. Los niños celebraron ruidosamente.
Título en inglés, The School. Escrito por Donald Barthelme, traducción de Diego el De-compuesto. Todos los derechos reservados.